miércoles, 16 de julio de 2008

Amor de madre







No importando de dónde venga el hijo, ni a quién ame el hijo, a veces nosotras las madres, tomamos mucho celo por el amor de nuestros hijos. Unos con preferencia hacia el padre, otros hacia la madre, siempre estimamos que nos lo merecemos todo, que el amor primero es el de la madre, pero no es así. Hay un padre y hay una madre. Si no hubiera un padre no hubiera una madre.
Dios primero hizo al hombre y después a la mujer. No la hizo en categoría de dinastía de sexo. Dios creyó que haciendo a Adán determinaba el paraíso, pero se dio cuenta que necesitaba, el hombre, una compañera idónea e hizo de la costilla del hombre a la mujer.
En ningún momento la Palabra de Dios exalta más al hombre que a la mujer, pero sí entendemos que la mujer tiene un lugar privilegiado en la procreación, porque cada vez que la mujer, usando la palabra correcta, pare un hijo, está jugando su vida. Es por eso que simplemente por el gran dolor de parir hay un
grande amor dentro de nosotras las madres en la que siempre nos hacemos presente en el dolor de nuestros hijos.Génesis 21:16-21 "...y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró. Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación. Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho. Y Dios estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto, y fue tirador de arco. Y habitó en el desierto de Parán; y su madre le tomó mujer de la tierra de Egipto."

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